Más allá del número itinerante de la revista Cuadernos, el Departamento de Lenguas Extranjeras no ostentó nunca una revista departamental. Para colmar ese vacío tan grande, el doctor John Guzzardo me encomendó la creación de una revista. Dadas las sempiternas carencias presupuestarias de la Universidad de Puerto Rico, resolvimos lanzarnos a la empresa por la vía electrónica: teóricamente, la inversión sería mínima. Tan sólo se necesitaría una computadora y uno que otro programa. El trabajo sería, pues, simple y con resultados inmediatos. Nada más lejos de la verdad. La creación de una revista académica – ya sea en versión impresa o electrónica – exige un volumen de trabajo fenomenal. Más aún si sólo se cuenta con recursos humanos. Ese fue el contexto en el que nació Romanitas. Ahora que la revista es una realidad, convendría, quizás, retrazar el camino recorrido.
Crear una revista departamental presuponía, antes que nada, una reflexión en torno a la Misión y los Objetivos de la misma. ¿Qué temáticas habría de cubrir? ¿Cómo alcanzar dicha unidad de forma tal que incluyese a todas las lenguas modernas enseñadas en el Departamento? El proceso tomó tiempo. La identidad –el nombre – se encontró con relativa facilidad: Romanitas, de romanidad. Pero, ¿cómo hacer para que – en un departamento eminentemente romance – se pudiese abrir un espacio para las lenguas germánicas? Esa necesidad de inclusión nos llevó a añadir un subtítulo satisfactorio: Lenguas y literaturas occidentales. Aunque sabíamos que dicho subtítulo podría generar incomodidad en el establishment políticamente correcto, lo consideramos necesario para garantizar la cobertura de todas las secciones departamentales.
Para encarnar dicha identidad, nos dimos a la tarea de crear un logo. Por la falta de recursos, recayó sobre el Editor en Jefe la creación de un logo que singularizase a la revista en el universo editorial de nuestro sistema universitario. El Editor en Jefe creó un total de seis logos pero le tocó a los miembros de la Junta Editora – mediante voto – escoger el logo definitivo.
La creación de los órganos gobernantes de la revista así como la redacción de su política editorial exigió una breve investigación. Consultamos las revistas en línea de algunas de las universidades más prestigiosas del mundo occidental. Del análisis de la estructura de numerosas revistas emergió una estructura común en todas ellas: la Junta Editora y el Concejo Asesor. La primera velaría por el cumplimiento de la política editorial mientras que el segundo asistiría en la evaluación de los artículos a publicarse. Los miembros del primero serían profesores de planta del Departamento mientras que los miembros del segundo se escogieron mediante invitación en función de su desempeño académico en el Recinto y fuera de éste. Se prestó atención particular a obtener representación del mayor número posible de unidades del sistema de la Universidad de Puerto Rico.
En lo que concierne a la política editorial, para garantizar la transparencia del proceso evaluativo, se optó por la evaluación anónima por un miembro de cada equipo de trabajo.
Así, se echó la zapata de una revista arbitrada por pares, requisito sine qua non de las revistas académicas más respetadas. Evitamos, ante todo, la publicación tipo in house; es decir, la publicación por parte de varios colegas de sus propios artículos.
Anunciar el nacimiento de la revista exigió – una vez más – la generosidad del Editor en Jefe: ante la falta de recursos, sobre sus hombros recayó la creación de la publicidad así como la distribución de la misma a lo largo y ancho de la isla: alquiler de automóvil, pago de gasolina, per diem y tiempo libre, todo quedó cubierto por éste a falta de subvención departamental.
La creación de un reglamento consumió mucho tiempo y esfuerzo. Se consultó el reglamento de revistas amigas y se sometió el borrador al escrutinio legal. Aunque el documento permanece inédito, no hay duda de que su creación fue muy importante ya que provocó un análisis ponderado de la dinámica entre los distintos cuerpos gobernantes de Romanitas.
Los once artículos recibidos se sometieron a la evaluación anónima de los pares. Se optó por la llamada evaluación double blind para garantizar la más absoluta de las transparencias: el evaluador desconocía la identidad del autor. Además, la identidad del evaluador de tal o cual artículo quedaba protegida ante los demás evaluadores. Para reforzar la transparencia, las evaluaciones sometidas se archivaron para futuras consultas. Claro está, la Junta Editora se reservaba el derecho de publicar en función de su política editorial y las evaluaciones no están sujetas a revisión por parte de los autores.
Sin duda alguna, éste fue el proceso más apasionante y retante de la creación de Romanitas. Lo que se perfilaba como una creación relámpago de la página electrónica gracias a la existencia de programas como Dreamweaver y FrontPage se convirtió en un proceso largo y tedioso que llevó al Editor en Jefe por caminos insospechados. Debido a que el Departamento no pudo sufragar los gastos de los programas requeridos, fue necesario crear la revista en dos tiempos:
Lo que esto implica es que se pasó literalmente del concepto del diseño de la revista a su creación línea por línea mediante códigos preexistentes que el navegador (o browser) puede interpretar. Dichos procesos consumieron más de cien horas de trabajo efectivo.
Por supuesto, dicho trabajo se realizó en las horas libres del Editor en Jefe y en su computadora personal.
Retrazamos el camino recorrido hasta el momento, con el fin de poner en perspectiva la seriedad del trabajo que sometemos ante su consideración y para su disfrute intelectual.